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El niño con enfermedad terminal, es un niño cuya oportunidad de vida
está disminuida a corto plazo. La muerte de un niño es una situación
conflictiva y dolorosa. Las reacciones son muy diversas e intensas tanto
para el niño enfermo como para la familia.
A pesar de los esfuerzos de muchas familias en proteger al enfermo
para que no se entere de su pronóstico, muchos investigadores están de
acuerdo con que la ansiedad de la familia bien intencionada es percibida
por el niño debido al cambio del clima emocional que le rodea. Como
consecuencia de esta reacción de la familia, el niño se siente solo para
enfrentarse a sus miedos y ansiedades, en momentos en donde más
necesita del cariño y comprensión de ella.
En 1970 se empezó a investigar a los niños con enfermedad terminal
en forma sistemática y directa.
Según Spinetta (1974), la mayoría de los autores hasta fines de los
años 60, estaban de acuerdo con que el niño mayor con una enfermedad
terminal, especialmente el adolescente, estaba consciente y ansioso sobre
su posible muerte. Sin embargo, había desacuerdo en cuanto a las
reacciones de los niños entre las edades de 6 a 10 años.
Actualmente, diferentes estudios han llegado a la conclusión que si
bien los niños pequeños con enfermedad terminal no están conscientes a
un nivel conceptual de su muerte, sí saben de que algo serio les está
pasando.
Otros investigadores, Kübler-Ross y Furth (1981) afirman que existe
en los niños el conocimiento, generalmente a un nivel intuitivo, de su
muerte, incluso de la época en la cual ésta acaecerá.
Múltiples investigaciones han sugerido que una buena comunicación
por parte de los padres, reduce los sentimientos de soledad, depresión y
confusión que experimenta el niño y logra de esta manera el alivio de su
tensión emocional. |
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