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La irrupción de la mujer en la sociedad en las últimas décadas de este fin de siglo, es un fenómeno de proporciones inusuales en la historia, por la nueva conciencia e identidad, por los niveles de organización y poder a nivel global y local que las convierte en nuevas y potencialmente centrales protagonistas de este cambio de época del fin del milenio. Xabier Gorostiaga, S.J. 1999.
Las sociedades, como producto de construcciones sociales, han establecido pautas de comportamiento común en función de su organización y preservación. Uno de los constructos históricos de la sociedad es una cultura y práctica que parte de la relación sexual de las personas, (que tiene su génesis en la propia evolución política y económica de la humanidad), lo que ha causado la marginación, represión, opresión y discriminación de las mujeres mediante esquemas formales e informales de exclusión a todo nivel. Se ha institucionalizado la primacía de lo masculino sobre lo femenino. Se ha valorado más al hombre que a la mujer.
En el devenir de la historia social y del fortalecimiento del conocimiento, surge la teoría feminista como un pensamiento científico a favor de la reivindicación de las mujeres ante su problemática de exclusión. Esta teoría, construye la variable género para demostrar que no hay relación directa entre la diferencia sexual (física) de las personas con las pautas excluyentes de la sociedad, remarcando que es el esquema de organización social, quien establece y define las cualidades y funciones asignadas a las personas según su sexo: mujer y feminidad, hombre y masculinidad.
Los efectos de esta realidad se hacen visibles en las condiciones de vida de las mujeres respecto de las de los hombres. Las mujeres, quienes constituyen un poco más de la mitad de la población mundial, convive con altas tasas de analfabetismo, sufre de manera especial la pobreza y es afectada por prácticas denigrantes de su condición humana. Esta realidad, se concibe como inaceptable en el momento histórico en que vive la humanidad, ya que diversos estudios han evidenciado que las relaciones de género son un problema que afecta a toda la sociedad, aunque con variaciones en la intensidad y formas en que se expresan.
Los actuales paradigmas del desarrollo tienen estrecha relación con todos los ámbitos de los cambios políticos, sociales y económicos, por lo que los enfoques parten de una visión holística, integradora y de promoción de la equidad en diversas dimensiones, potenciado aquellos sectores sociales históricamente vulnerables y excluidos. En este marco, la de equidad de género, constituye un eje importante de visión y acción; sobre todo, cuando permite reconocer en la estructura social aquellos procesos de institucionalización de una cultura y práctica que privilegia lo masculino sobre lo femenino en todos los ámbitos de la vida individual y colectiva. Esta visión del mundo desde el punto masculino, ha provocado a lo largo de la historia que un importante sector de la población no juegue un papel protagónico en su desarrollo: las mujeres, a quienes relega a un papel de reproducción familiar y doméstica, que para el caso específico de Guatemala, se vuelve más complejo por sus características étnicas y culturales, dando un matiz distinto a su aplicación.
En esta dimensión de la realidad, las ONGD como actores sociales catalizadores y reproductores de valores culturales, están llamadas a tener una acción progresista en esta línea; propósito que se enfrenta a debilidades técnicas operativas y a concepciones tradicionales sobre los papeles socialmente asignados a las mujeres y los hombres en Guatemala. En consecuencia, los mecanismos de operativización de una política o estrategia de equidad de género presentan dificultades prácticas en la cotidianidad, resaltando entre otras:
- La percepción por parte de muchos técnicos de las ONGD de que el tema es una imposición de las organizaciones de cooperación, provocando en muchas oportunidades, la justificación para la falta de atención del tema en que el mismo es de interés foráneo y que no se adecua a las características étnicas y culturales de las poblaciones en el país, situación en la que subyace una confusión conceptual e insensibilización al tema. Esta percepción es especialmente manifiesta por técnicos que encuentran en la cosmovisión maya una interpretación de la realidad alejada a conceptos y definiciones del enfoque de equidad de género, pero sobre todo subyace el desinterés y/o rechazo en una apropiación de la teoría de equidad de género, especialmente por los hombres, debido al conflicto personal que se presenta entre la reflexión teórica y la formación ideológica personal.
- La práctica de formulación, ejecución y gerencia de proyectos para el desarrollo presenta debilidades sustanciales en varios ámbitos, debido a que estos momentos no han incluido, o lo han hecho de manera insuficiente, las necesidades específicas, intereses, expectativas y demandas de actores cualitativa y cuantitativamente importantes como lo son las mujeres y la relación que ello tiene con la desigualdad de género y otras variables económicas, sociales y culturales.
El análisis de la interrelación entre aspectos de la realidad y los objetivos programáticos de las ONGD demanda de dos capacidades puntuales que mejoren su desempeño: un sistema gerencial eficiente y un sistema programático efectivo. Por tal razón, se considera que es en estos ámbitos operativos donde el enfoque de equidad de género debe incorporarse de manera agresiva. Por lo tanto, para que las ONGD realicen un trabajo efectivo y logren un impacto sostenido de sus acciones, es necesario que tengan la capacidad operativa de realizar un trabajo dirigido a la promoción de la equidad de género, el cual debe traducirse en acciones concretas para modificar la realidad de las mujeres en la sociedad.
El debate político y operativo sobre la incorporación de la equidad de género se centra en dos posiciones: la aplicación como eje transversal y la conformación de unidades especializadas. Ambos esfuerzos demandan a su vez, una postura institucional distinta y los recursos adecuados, pero sobre todo, una definición precisa de la concepción de la modalidad y de cómo ponerla en práctica.
El enfoque de equidad de género debe, entre otras cosas, explorar y destacar las características de desigualdad en las relaciones entre hombres y mujeres en la sociedad, buscar mecanismos para llegar a una relación más equilibrada entre hombres y mujeres, realizar un análisis que rompa la división entre la dinámica privada y pública y examine cómo la dinámica del hogar se interrelaciona con la dinámica comunal y nacional. La resignificación del concepto es esencial para este fin. |
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