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La crisis sistémica a la que se enfrenta nuestro planeta, es finalmente una crisis identitaria de la condición humano-ecológica moderna, y con esto, una crisis de nuestro sentido de vitalidad y sobrevivencia. Las disputas económicas, políticas y territoriales generadas por la ‘fragmentación de la naturaleza’, se hacen cada vez más latentes conforme se agudizan los desastres y los riesgos socioambientales. Al mismo tiempo se aumenta la presión sobre muchos territorios, como medios y bases estratégicas para el desarrollo de la economía global, también fundamentales para el sostenimiento y el bienestar de muchas poblaciones locales.
De esta manera, este trabajo antropológico aspira a contribuir con un pensamiento socioambiental más crítico, plural e integrador, que alcance a confrontar la esencialización positivista y antropocéntrica contenida en la dicotomía mente/cultura/sociedad versus ecología/ambiente/naturaleza, como paradigma hegemónico no solo científico, sino también económico y político del desarrollo. Esto desde una mirada etnográfica de pequeña escala, en una población rural al norte del municipio de Chuarrancho, del departamento de Guatemala a las orillas del río Motagua, siendo éste uno de los más extensos, y al mismo tiempo más degradados del país.
Este escenario y sus diferentes escalas socio-ecosistémicas permiten explicar cómo ciertos riesgos y amenazas sobre los medios de vida y la biodiversidad de ciertos territorios estratégicos, son producto de las lógicas dominantes del desarrollo economicista. Estos espacios vitales terminan siendo revalorizados en términos de mercado como nuevos enclaves para la mantención de los ciclos extractivo-capitalistas a nivel global. La tensión que esto genera frente al bienestar de las poblaciones locales, permite identificar y reconocer el surgimiento en el tiempo histórico de un nuevo sujeto, que se organiza en función de sus conocimientos y experiencias socioambientales, para reivindicar su identidad y su derecho a la vida desde y con el territorio.
De esta manera, el estudio de las relaciones entre los ecosistemas de la cuenca del Motagua y los habitantes del meandro, así como de sus formas de subsistencia, sus modelos culturales de naturaleza –como epistemologías ambientales que significan sus modelos de organización, de tradición y de bienestar– y sus luchas políticas en defensa del territorio frente al extractivismo en la región, permitirá contribuir a una crítica del mono-culturalismo científico y del modelo global de sociedad. Desafiando las falsas contraposiciones y dicotomías positivistas que determinan la explicación de la realidad, para dar paso a otras formas de comprender y estudiar los fenómenos del mundo, de una manera más comprometida éticamente con la vida. |
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