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INTRODUCCIÓN. Los fenómenos de integración y desintegración sociales han llamado la atención de los estudiosos de la sociedad desde hace muchísimos años. ¿Qué es lo que permite que las sociedades se mantengan unidas y funcionen? ¿Qué es lo que ocasiona los constantes problemas y conflictos sociales? De estas dos preguntas han derivado multitud de estudios y desarrollos teóricos, que se centran principalmente alrededor de dos enfoques disímiles.
El primer enfoque, que podríamos denominar teoría integrativa de la sociedad, o funcionalismo, considera la estructura social en términos de un sistema funcionalmente integrado que se mantiene en equilibrio a. través de ciertos procesos ordenados y recurrentes. Pone énfasis pues, en la manera como se integra el sistema social.
Durkheim, Radcliff e-Brown y Parsons son algunos de loa representativos de este enfoque. Los elementos esenciales de su modelo según Dahrendorf (1968) son los siguientes: 1.- Toda sociedad es una configuración relativamente persistente de elementos. 2.- Toda sociedad es una configuración bien integrada de elementos. 3.- Todo elemento de una sociedad contribuye a su funcionamiento. 4.- Toda sociedad descansa en el consenso
de sus miembros. Esto nos recuerda a Rousseau y su teoría sobre el origen del Estado. Estos pensadores insisten en la herencia a través del consenso y consideran que las diferencias de intereses en los miembros de un grupo están subordinados a acuerdas en lo que respecta a los valores básicos.
El segundo enfoque, marxista, enfatiza el aspecto conflictivo sociológico. No podemos comprender los fenómenos sociales a menos que consideremos la relación dialéctica entre estabilidad y cambios, integración y conflicto, función y fuerza, consenso y cohersión. Además, es prácticamente imposible concebir la sociedad en términos de un modelo solamente sin que inmediatamente implique su opuesto.
Así, no puede pensarse en conflicto a menos que el ocurra en un contexto de un sistema más o menos coherente o de significados compartidos; por otra parte, la noción de integración hace sentido únicamente presumiendo la existencia de diferentes elementos a ser integrados.
Gouldner (1971) hace notar que la sociología funcionalista o integracionista - cuyo foca se localiza principalmente en los Estados Unidos de Norteamérica - y la sociología marxista, basada en el análisis de los conflictos distractivos del sistema, y que se ubica en la Unión Joviética, muestran recientemente una tendencia a converger, es decir, cada una de ellas está tomando elementos de la otra para alcanzar una perspectiva que sea capaz de captar todos los aspectos de la saciedad.
Así argumenta Gouldner, en lo que al funcionalismo respecta, el advenimiento de un welfare state - un estado con ingerencia creciente en la economía y en todos los aspectos
de la sociedad - ha hecho necesario cambiar el énfasis del "mantenimiento e integración" espontáneos y naturales de los sistemas sociales a una consideración de, por una parte, las maneras como pueden lograrse cambios a través de un planeamiento deliberado con el propósito de que las cosas funcionen mejor y, por otra, a la consideración y análisis cuidadoso de los aspectos disruptivos y conflictivos característicos de los sistemas actuales, por ejemplo problemas raciales, problemas entre patronos y obreros, problemas
generacionales, etc. Un ejemplo de esta tendencia lo representa el esfuerzo de Parsons por incluir el cambio en su teoría ya no únicamente como la "alteración de un patrón"
sino como un conflicto de intereses creados. Según Gouldner, la afirmación de Parsons de que el cambio se efectúa a través de la superación de la resistencia que oponen los
intereses creados, es ya una aceptan de que el cambio se lleva a cabo a través de conflicto; y una vez que esta se postula ¿no se ha postulado ya una causa, tendiente al conflicto, inherente a los sistemas sociales?
Por otra parte, la tendencia de la sociología marxista a una convergencia con la teoría funcionalista, posiblemente deriva, según Gouldner, del momento histórico que viven los
países de la Unión Saviótica, así como de la influencia de algunos pensadores liberales. En lo que respeta al primer punto, es claro que el marxismo constituye fundamentalmente
una teoría del conflicto social cuya finalidad es llevar un cambio de estructuras. Como tal, es muy atrayente para los países del tercer mundo cuyo problema social básico estriba
en como cambiar, y aún provocar la disrupción del antiguo sistema social y movilizar mecanismos para generar una nueva tasa y dirección del desarrollo. Sin embargo, en el bloque de las Repúblicas Sovíeticas, donde en los últimos 30 años los viejos sistemas han sido reemplazados por otros, la escena esta preparada para un cambio en la dirección más conservadora de mantener lo que se ha conseguido y con ello un interés creciente en los tipos de sistemas autoregulatorios de que hablan los funcionalistas. Su énfasis ha girado, pues, hacía los problemas de integración. Por otra parte, los pensadores liberales en estos países ven en el funcionalismo un énfasis en la importancia de los mecanismos naturales y espontáneos del control social, que para ellos constituye la alternativa deseable al control rígido ejercido por el estado, característico de la estructura social de estos países.
Es posible pues, que en el futuro los estudiosos del sistema social tiendan a ser más comprensivos abarcando el juego de las fuerzas integracionistas y disruptivas simultáneamente.
En el presente trabajo se realizará una revisión somera de las teorías de integración y desintegración o conflicto de algunos de los autores clásicos en lo que a este tema respecta. Se trataría a partir de esta revisión, de llegar a una tipología de integración y desintegración que permite clasificar la naturaleza da estos procesos. Finalmente se estudiaron los concomitantes psicológicos de estas situaciones sociales. RR |
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